Ciertamente no somos efectivos en nuestros tiempos en la presencia de Dios debido a que no nos enfocamos en lo que Él define como adorador. Podríamos definir a un adorador, como aquel que se entrega en una íntima y profunda manifestación de gratitud y alabanza a Dios. No importando las circunstancias por las que está pasando eleva adoración que sale de su corazón, de su espíritu. Adora en lo secreto como en público, no depende de otro para expresar lo que el creador de su alma le inspira, no se rige por ideas humanas sino por la Palabra y está siempre dispuesto a rendir todo su ser a Él.
COMO SER UN VERDADERO ADORADOR.
El verdadero adorador se hace en un proceso. No se hace un adorador de un día para otro. Ser adorador es un estilo de vida que se caracteriza más por la actitud del corazón que por las cosas que podemos hacer como las expresiones o formas de adoración. Dios está más interesado en lo que somos que en lo que hacemos. Dios está más interesado en que seamos verdaderos adoradores que en la adoración que le ofremos.
¿Cómo podemos caminar en esa dimensión? Las siguientes son algunas pautas que nos ayudarán a ser un verdadero adorador:
1. Ofreciendo a Dios una rendición total. La palabra adorar también significa ofrendar, y a través de las escrituras encontramos la palabra adoración como sinónimo de la palabra "sacrificio" u ofrenda. El apóstol Pablo nos presenta esta verdad en el siguiente versículo:
Rom 12:1 “…Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable á Dios, que es vuestro culto racional…”
La palabra “cuerpos” se define como un todo, no contemplando únicamente la dimensión física de nuestro ser, sino las 3 dimensiones con las que Dios nos creó. Espíritu, alma y cuerpo. 1 Cor. 15:44 el apóstol Pablo hace distinción entre dos de los cuerpos de que habla en Rom. 12:1; el cuerpo espiritual y el cuerpo animal o nuestra alma. Con lo anterior queda establecido que se requiere que nuestra adoración involucre todos nuestros cuerpos, el espiritual, el animal (alma) y el físico.
El “sacrificio vivo” mencionado por el Apóstol determina la acción de ofrecer o rendir continuamente nuestra vida (sacrificio vivo) en adoración a Dios. Dios no quiere una parte de nuestra vida. Pide todo nuestro corazón, toda nuestra alma, toda nuestra mente, y todas nuestras fuerzas. (Marc. 12:30).
Para los judíos el corazón es el verdadero hombre que nosotros somos y que a veces ni nosotros mismos conocemos. Lo adoramos de corazón cuando lo adoramos como realmente somos al interior de nuestra habitación; lo adoramos de corazón, cuando lo adoramos tal y como somos.
Debemos adorarlo con nuestra alma, esto es, rendir a Él nuestra voluntad de tal manera que siempre tengamos la disposición de adorarlo; que utilicemos nuestras emociones en una forma balanceada para adorarlo, no podemos llorar o reír siempre que le adoremos, nuestras emociones deben ser acorde a lo que queremos expresar. Al adorarlo con toda nuestra mente, lo adoramos con el entendimiento de lo que estamos haciendo, con profundidad, tomando el control de nuestros pensamientos, no permitir que éstos divaguen mientras le adoramos.
Pero también debemos adorarlo con todas nuestras fuerzas, con intensidad, desde lo profundo de nuestras entrañas. Si no lo hacemos así podemos terminar ofreciendo una adoración superficial, seca, indiferente y sin propósito.
A Dios no le interesan los compromisos a medias, la obediencia parcial y las sobras de nuestro tiempo. Quiere nuestra entrega total a Él, no pedacitos de nuestra vida.
2. Andando en el Espíritu. (Gal. 5: 16, 22-25). Todos quisiéramos satisfacer los deseos de la carne, el que diga que no es un mentiroso, ya que mientras estemos en la tierra y con este cuerpo corruptible seguiremos teniendo los deseos provocados por la carne, esa que nos impulsa a hacer cosas que van en contra del Espíritu de Dios.
Cuando venimos a Cristo, nuestro espíritu fue renovado, nuestra alma encontró salvación, pero nuestra carne siguió siendo la misma, con la única diferencia que ahora ya no vivimos para satisfacerla, sino para contradecirla y agradar a los deseos del Espíritu Santo.
Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos tenido que enfrentar al hecho de: ¿Satisfacer a la carne o satisfacer al Espíritu?, lo más fácil es lo primero, ya que por naturaleza somos orientados a ello, pero lo segundo es lo que estamos aprendiendo, ese proceso diario de negarnos a nosotros mismos, tratando de hacer vivas esas palabras de Jesús al decirnos que el que quisiera ir en pos de Él tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirlo.
Este proceso de Andar en el Espíritu no es fácil y solamente lo lograremos cuando comencemos a llenarnos de la presencia de Dios en nuestra vida y eso solo se logra con una vida de devocional diario y de comunión intensa con el Señor. Andar en el Espíritu es evitar satisfacer los deseos de la carne llámense estos: envidia, rencor, odio, enemistades, pleitos, celos, contiendas, disensiones, etc. Pero esto solo se logrará a través de una relación personal verdadera con el Señor. Andar en el Espíritu es analizar cada cosa que haré en el día para evaluar si es o no agradable a Dios, es negarse a lo que realmente quisiera hacer, pero que se que va en contra de su voluntad y por ello prefiero aguantarme las ganas y no fallar, todo por amor a Dios y no por imposición.
3. Guiados por el Espíritu Santo. (Juan 16:13). La importancia de ser guiados por el Espíritu Santo es la clave y la garantía de tener victoria y cumplir con la voluntad de Dios en nuestra vida y ministerio. ¿Habrá algo más grandioso que saber que Dios mismo nos está guiando? Puede que nos diga: "Ve por aquí" o "Haz esto y aquello" y cuando entendemos el valor de tener detrás a Dios como guía no podemos menos que buscar siempre su dirección. Nadie jamás podría guiarnos mejor que Él. Para ser guiados por el Espíritu Santo debemos tener una vida rendida a Dios, amándolo, temiéndole y obedeciéndole. Nosotros por nuestra cuenta podremos hacer cosas buenas en nuestro ministerio y vida en general, pero el Espíritu Santo siempre nos guiará a hacer lo mejor en todo. En cuanto a nuestra ofrenda a Dios nos guiará a dar la mejor adoración. Debemos pedirle siempre al Espíritu Santo que nos guie a adorar a Dios como Él quiere que le adoremos.
4. Teniendo tiempo a solas con Dios. (Marc. 6:45-46). La adoración pública generalmente carece de intimidad. La adoración pública debe ser un reflejo de la adoración en lo secreto. La adoración intima se da en la intimidad de mi corazón y de mi habitación. Que pensarías de un hombre que en la intimidad nunca le dice a su esposa que la ama, nunca le muestra afecto, pero en público la trata maravillosamente. Todo tipo de halagos y cariños salen de sus labios cuando la gente los ve. ¿Pensarías que este hombre es un hipócrita verdad? Pensarías que solo pretende para ser visto por los demás. Así suena la adoración pública que no está respaldada por una adoración privada. Cuando en la adoración no hay intimidad, esta carece de deleite y se torna una carga o una obligación.
Pautas a tener en cuenta:
1. Seleccionar el Lugar. Preferiblemente elegir un lugar tranquilo, silencioso, que nos aseguremos de no ser molestados durante nuestro devocional.
2. Escoger una Hora Adecuada. Muchos piensan que la mejor hora para el devocional es en la madrugada, por la quietud, por tener una mente despejada por el descanso nocturno, por la poca probabilidad de interrupción. Todo tiempo es igualmente beneficioso, lo ideal es escoger una hora en que no estemos cansados o con prisa.
3. Tiempo para el Devocional. Al comienzo bastarán unos 30 minutos, pero, con el tiempo este tiempo será demasiado corto.
4. ¿Cuántos Devocionales Diarios? Si no es posible seleccionar suficiente tiempo en la mañana, podemos dividir nuestro devocional en varios lapsos durante el día.
5. Podemos dividir nuestro tiempo a solas con Dios en dos partes:
5.1. Estudio de la Palabra. Es recomendable tener un plan de lectura organizada. Un ejemplo de ello puede ser proponerse leer la Biblia completa, comenzando por el Nuevo testamento y continuando con el Antiguo Testamento. Se pueden leer 3 capítulos diarios y seleccionar de esos capítulos uno solo o una porción pequeña en la cual meditaremos.
5.2. Nuestra Comunicación con Dios. Este tiempo lo podemos emplear para:
Ser sinceros con Él y confesarle lo que sentimos, lo que queremos, lo que deseamos de Él, cómo nos sentimos frente a algunas situaciones, ser transparentes en nuestra comunicación.
Elevar nuestras peticiones a Él.
Pedir perdón por los pecados que pudo habernos mostrado la Escritura en el estudio que hicimos.
Interceder por nuestra familia, Iglesia, ministerio, líderes, pastores, amigos, vecinos, ciudad, país, la salvación de las almas, o cualquier otra cosa que el Señor ponga en nuestra mente o corazón en ese momento, para ello debemos aprender a desarrollar nuestra capacidad de oírlo a Él.
Dar gracias por lo que Él hace en nuestra vida, nuestra familia, nuestra Iglesia, etc. La Biblia nos exhorta a ser agradecidos.
Lo más importante: Adorarle con nuestra alabanza, con nuestro cuerpo, etc.
5. Ofreciendo la adoración desde nuestro espíritu. (1 Cor. 14:15.) El espíritu del hombre tiene tres funciones principales que son la conciencia, la intuición y la comunión. La conciencia es el área del espíritu donde Dios nos hace distinguir lo bueno y lo malo. La comunión es el área de nuestro espíritu que adora a Dios y en la cual Él se comunica con nosotros. La intuición es el área donde recibimos revelaciones de Dios. Par ser verdaderos adoradores las funciones de comunión e intuición de nuestro espíritu deben activarse y desarrollarse, para que podamos vivir una vida espiritual, como seres espirituales que somos, y así aprender a conocer como Dios quiere que le adoremos en cada momento. La única forma de ser guiados por el Espíritu Santo es desarrollando la habilidad de oírlo.
Desarrollamos o activamos nuestro espíritu cuando oramos en lenguas. El que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios" (1ª Cor. 14,2). Cuando oramos en lenguas, nuestro espíritu ora (1 Cor. 14:14.) Cuando oramos en lenguas nuestro espíritu se edifica. (1 Cor. 14:4).
6. Conociendo a Dios y su Palabra. (Juan 17:3 – Col. 3:16) ¿Cómo puedo adorar a alguien que no conozco? ¿Cómo puedo adorar a alguien cuyos atributos ignoro? ¿Cómo puedo adorar a un Dios con el que no me he relacionado lo suficiente para conocerle? Mucha gente "adora" a Dios sin conocerle. Muchos cristianos han entregado sus vidas al Señor, tienen vida eterna y el cielo les espera. Pero no han conocido a Dios de una manera intima y personal. Aquel que conoce a Dios en la intimidad y en su vivencia diaria será un excelente candidato para ser un verdadero adorador.
Como adoradores debemos saber lo que la Palabra nos enseña acerca de la verdadera adoración: las expresiones de adoración, la revelación de la restauración de la adoración desde el tabernáculo de David, la verdadera adoración neotestamentaria, la adoración en los salmos, el carácter de Dios y en fin, todo lo que podamos aprender para vivir como verdaderos adoradores.
7. Adorando en todo momento y lugar. Un adorador real, ama y sirve a Jesús, no importa el lugar donde se encuentre. Este ejemplo lo podemos tomar de David que lo mismo adoraba al Señor mientras cuidaba y pastoreaba sus ovejas, sirviendo de soldado en el ejército y ante el trono y un palacio siendo rey.
Muchas personas, equivocadamente piensan que adorar a Dios en espíritu y en verdad es algo que se hace en los días de servicio solamente; cuando todos están congregados. Adorar a Dios en espíritu y en verdad implica mucho más que simplemente atender a los servicios regulares, cantar, orar, leer la Biblia y aparentar ser un buen cristiano, estar en el grupo de alabanza, o en el equipo de danza. Es verdad que nos debemos congregar para glorificar a Dios, pues esto es agradable a Él, pero solo cuando aprendemos a adorarlo en todo momento y en todo lugar, vamos en camino para convertirnos en verdaderos adoradores.
Los verdaderos adoradores, los que adoran en espíritu y en verdad ofrecen una adoración que brota de lo profundo del corazón, la cual es el resultado del ejercicio diario. Como un médico, ingeniero o maestro, que estudiaron e hicieron prácticas antes de desempeñarse en su profesión. Ellos son profesionales en su área así no estén trabajando. Lo mismo debe suceder con los verdaderos adoradores, que lo son así no estén manifestando expresiones físicas de adoración. De lo anterior podemos concluir que los verdaderos adoradores lo son por la práctica, y con ello no se hace referencia a los ensayos de danza o alabanza, o a los seminarios o escuelas de adoración, sino al hecho de practicar el adorar a Dios en nuestro tiempo a solas con Él.
Esto significa que adorarle en espíritu y en verdad se convierte en una manera de vivir, en un estilo de vida, lo cual significa que adoramos a Jesús en todo momento, y en donde quiera que estamos: en nuestra casa, en nuestro trabajo, en la escuela, en el mercado, en el carro, con nuestros amigos, con nuestros familiares, en todo momento y en todo lugar. ¿Cómo podemos adorar en todo momento?, entendiendo que somos adoradores y con nuestro modo de vida, con nuestro testimonio de vida, estamos glorificando a Dios en todo lo que hagamos.
8. Siendo persistentes. Hay muchas más cualidades que envuelven a un adorador auténtico, pero una muy importantes es que los verdaderos adoradores son insistentes y persistentes cuando quieren adorar y ofrecer sus presentes al Señor. Un ejemplo hermoso lo encontramos en los Magos de Oriente que adoraron a Jesús con sus regalos. (Mateo 2:1-11) Ellos se dejaron guiar por la estrella hasta que llegaron a la casa donde se encontraba Jesús. Les tomó mucho tiempo encontrar el lugar exacto donde se encontraba Jesús, pero no desistieron de su búsqueda. Quisieron adorar a Dios y no se devolvieron a su lugar de origen hasta que lograron su propósito.
Habrá ocasiones en que los adoradores sentirán que su adoración no es efectiva, pero a pesar de ello se debe ser persistente y seguir adorando a Dios, sin importar la situación por la que se esté atravesando.
9. Ofreciendo una adoración reflexiva. El mandamiento de Jesús de «amar a Dios con toda tu mente» se repite cuatro veces en el Nuevo Testamento. A Dios no le agrada que cantemos himnos, oremos con apatía y exclamemos con indiferencia ¡Gloria a Dios!, sin pensar en lo que hacemos. Si no pensamos en lo que hacemos cuando adoramos, la adoración no sirve. Si alguien se te acerca y repite diez veces: «¡Te aprecio!», es probable que pienses «¿Por qué?». Tú preferirías dos cumplidos específicos a veinte generalidades vagas. A Dios también.
10. Ordenando las prioridades en nuestra vida. (Mat. 22: 37-39 – 1 Tim. 5:8). Hay un orden de prioridades que debemos guardar si queremos ser verdaderos adoradores: Primero Dios, segundo nuestra familia (cónyuge, hijos y el resto de la familia); tercero nuestro trabajo secular, ministerio, estudios, diversiones, etc.
Hemos visto que Dios nos indica claramente que Él debe ocupar el primer lugar en nuestras vidas (prioridad No. 1), porque de Él mana la vida. Si estamos en constante comunión con Dios, él nos mostrará cómo relacionarnos con nuestra familia (prioridad No. 2), pondrá de su sabiduría en nuestro corazón y estaremos dispuestos a dedicar nuestro tiempo y nuestras capacidades al bienestar familiar. Siendo familias que funcionen debidamente, podremos trasmitir el evangelio de manera efectiva, con nuestro testimonio y anunciando que: Jesús es la respuesta. Manteniendo nuestro trabajo secular, haremos provisión para nuestra familia primeramente y también podremos bendecir a otros, dando ayuda al necesitado. (prioridad No. 3). Como podemos notar, si queremos ser verdaderos adoradores, Dios debe ser el primero en todo.
Conclusión: Quienes están dispuestos a decir: “Dios, ya no me tienes que seguir buscando, porque hoy he decidido ser un adorador en todo lo que hago y digo, un verdadero adorador que te adore en espíritu y en verdad. Heme aquí”